Era al cubo, y cuando entraba me descuadraba.
Al bajar no me acordaba nunca y el espiral me lanzaba nariz con fuego de dragones chinos abajo, luego al lado.
Un hipo, un puchero, un adios a mis borgoñas favoritos, un puta la wea al pasar por fuera y no poder desaparecer de la pasarela idiota.
Nos cerraron la puerta y yo te pongo más que un siete sucucho de tantos más.
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