domingo, 27 de marzo de 2011

tru lu lú

Cuando yo tenía 12 años y estaba cursando el 7mo básico me compré en el kiosco del colegio un helado trululú, acompañada de mi en ese entonces amiga y compañera marce.
En cuanto abrí la boca para zamparme el helado sentí crujir mi mandíbula y quedarse desencajada. Sin siquiera alcanzar probar bocado me puse hacer sonidos de chimpancé porque no podía cerrar la boca, no podía modular, no podía dejar de babear y me puse raja a llorar.
Entonces la escena era absurda y chistosa, la Marce me agarraba del brazo tratando de ayudarme porque no comprendía bien qué pasaba, tan sólo me veía babear y llorar, y yo tan sólo babeaba, lloraba y veía cómo se me derretía el helado y mi mano quedaba pegajosa.

A la oficina me llevó, la señora Juanita (la directora del colegio) al verme así tampoco entendía nada, y todo era absurdo otra vez y su cara solo me mostraba compasión frente a tal cuadro bizarro y húmedo que ella veía.

Menos mal que a la vuelta estaba el consultorio y me llevaron volando a urgencia mientras tomaban contacto con mi mamá. Cuando llegué al consultorio el doctor puso la misma cara que vi primero a la Marce y después a la dire.
Me agarró la cara con sus dos manos y me dijo : quedate quieta.
yo me quedé entera tieza y lo miraba con estos ojos gigantes que tengo, rogándole con la mirada que curara mi mal.
me zamarreó de tal forma que volvió a crujir la mandíbula y pude volver a cerrar la boca.

Luego del evento tuve que ir a sesiones de maxilofacial 1 vez por semana, usar una placa traslúcida al dormir y juro que nunca más en la vida volví a comprarme un trululú.

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