lunes, 18 de abril de 2011

Sentir miedo


Anoche cuando me acosté me puse a pensar en el poco tiempo que me queda para enfrentarme a un dolor que desconozco, cuático, porque el dolor más intenso y tangible que he sentido es el de una muela que se me infectó cuando era cabra chica y grité como un becerro cuando la extrajeron y cada noche en la que no pude dormir pensaba: este dolor no se lo doy ni a mi peor enemigo. ¿cachai?

urguetié entre mis dolores como para compadecerme, buscar latentes y decir:

debe ser más doloroso que tener la muela cariada, que ésta se infecte y que la infección te llegue al nervio, debe ser más que una fractura en la muñeca, más que tu pololo de la infancia te diga que ya no más porque se ha dado cuenta que es homosexual, más que la benzatina con penicilina, más que el riñón dañado, mucho más de lo que duele descubrir que tu padre te ha leído el diario de vida ( y que varios años después se repita el mismo gesto pero en otra persona), más que un botellazo en la cabeza, más que la cacha de una pistola en la cabeza, más que ver a tu mascota muerta, más de 20 veces de lo que duele saber que te han cagado... más de lo que duele un clavo en la planta del pie, que te caiga ají en el ojo o quedar postrada en cama de dolor de útero y así seguí.

Entonces, entre lo que se me venía en mente y las ganas de no querer pensar me arropé tapándome la cabeza ingenuamente, bajo las sabanas se sigue pensando igual, fue peor... sentí miedo, porque se hace grande en la medida que los días me chocan el cuerpo y porque es algo por lo que no he pasado y que, en definitiva, todos los posibles que sentí antes se convertirán en rasmillones cuando esté sosteniendo entre dientes la repetición en ritornelo hasta decantarlo al grito del gran grande gran :

Conchesumadre, m e p a r t o.

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