sábado, 24 de diciembre de 2011

Ellos vienen yo me voy

Rodrigo y cintia vinieron anoche a visitarnos. No sé escribir el nombre de cintia, no sé si se escribe tal cual suena, pero tengo mis dudas, quizá se escribe con te hache igriega o la primera i sea igriega y la segunda i latina , capaz que ni siquiera el nombre comience con , quién sabe, seguro con ese, hasta con zeta. La verdad es que da lo mismo cómo se escriba, la verdad es que ella me importa mucho menos que su nombre, enrealidad ella no me importa nada.

Son una pareja simple, aparentemente felices, están de acuerdo en todo lo que dice el otro. Cuando quieren contar una anécdota hacen el mismo gesto de buscar complicidad abriendo bien grandes los ojos , levantando el dedo índice y decir de memoria " te acuerdas esa vez que ..."

( mientras cuentan la historia yo me acuerdo de mi abuela y sus cuentos, sus dolores, sus tortas tan ricas, su té con canela, la leche con chocolate,sus carños, su muerte)



Los encuentro vejetes, fomes, empaquetados, demasiado (poco) enamorados como para que pase algo realmente importante y divertido en su relación.

Rodrigo es guapo, hay que decirlo. Si no fuera tan pavo me lo hacía chupete que rato. Ese aspecto loser-nerd que tienen los flacos fibrosos me mata, si no es intelectual es musical, y cualquiera de esos dos caminos a mi me entretiene, es rico jugar mentalmente ahí.


Siempre que se acaba el copete hay una instancia de pelambre para las mujeres. Zintya guarda consigo ese mal de asistente social de querer saberlo todo, y a mi eso sí que me genera desconfianza. Como no ando en ánimo de parar máquina a nadie, le miento. Miento porque ella no me importa, le miento porque ya dejé las alianzas y pactos con otras mujeres para ganar secretos y pretender complicidad de género, porque son traicioneras, porque son envidiosas, porque son celosas, porque la hipocrecía es el final del pozo fétido donde no me quiero caer, entonces ahí taladra el mal estar que rechaza mi propio cuerpo, cuando la plegaria mental lamenta lo injusto de no haber podido nacer hombre.

Si arranco hoja en limpio, me quedo con la naturalidad de haberme podido bajar el cola de mono, un par de chelas y el vaso de Champagne. De emborracharme como dioz no manda y de haber terminado la noche follando en el balcón con el instinto de reproducción de Animal colletive.

Luego, poder dormir.

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